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ULYSSES, o los cien años de confusión
11 Feb 2022

ULYSSES, o los cien años de confusión

Post by Federico Elenes

En estos días recientes, James Joyce ha aparecido en los newsfeeds y los widgets. Son de esas cosas relativamente poco importantes, pero que nos encantan a los humanos, éste incluido: los números redondos. No sé por qué. El caso es que este pasado 2 de febrero se cumplieron cien años desde que se publicó Ulysses. Sí, así, en inglés. No fue un nacimiento fácil, y la obra tuvo una juventud emproblemada. Censurada en el Reino Unido, en los EUA; formalmente no en Irlanda, pero en sentido práctico sí, porque la obra no se conseguía.

Cuando me han preguntado cual es mi autor favorito, he contestado convencionalmente. Hemingway. Vargas Llosa. García Márquez. Sí, a todos ellos les tengo afecto y admiración. Entusiasman, como en su tiempo me entusiasmaron Julio Verne y Alejandro Dumas. Pero favorito, favorito, en el sentido genuino de la palabra, es este irlandés expatriado que nunca dejó de escribir sobre su patria, James Augustine Aloysius Joyce. Nota al margen, Aloysius es un equivalente de Luis, una complicada, añadiré. Este Joyce, pues, es autor del mejor cuento escrito, Los muertos, que cierra su colección Dubliners. Esto, aunque tajante, no deja de ser una opinión, no un dogma ni una aseveración ex cathedra. Como nos dijo Cervantes, eres amo de tu opinión como lo es el rey de sus alcabalas, y puedes pensar lo que quieras.

Joyce no fue prolífico. Se tardó siete años en escribir Ulysses, como diecisiete en Finnegan’s Wake, su última y más compleja obra. A los dos años de publicar ésta se murió. Podemos decir, exagerando a penas un poco, que solo publicó obras maestras. No todos coinciden en esta maestría, hemos de decir.

El buen Jim tiene una fama bien ganada de escritor difícil, oscuro, pedante, tedioso y así por el estilo. Gertrude Stein, si le hemos de creer a Hemingway, no toleraba que se le mencionara. Era como mencionarle a un general el nombre de otro general. Nada más lo hacías una vez y no lo volvías a hacer. Virginia Woolf también expresó su rechazo. Dijo que Ulysees fue una catástrofe memorable, inmensa en su osadía, terrible en su desastre. Vargas Llosa no opina de la escritura de Joyce, lo excluye de La verdad de las mentiras, pero, sin dar mayores detalles, lo acusa de tener una completa falta de escrúpulos. Hay que tomar cum grano salis la crítica al vapor de un escritor a otro, si no viene en una reseña formal, bien hecha, e incluso entonces. Tiene tufo a envidia. No que Joyce estuviera exento de mezquindades. Le daba por pelearse por un quítame estas pajas. Era la vanidad en persona, y lo mostró en sus escritos. En su famosa declaración, anunció que había puesto tantos acertijos y enigmas como para tener ocupados a los profesores. Ello, con el único propósito de asegurar su inmortalidad. Eso es mucho, demasiado tiempo, pero en estos cien años los académicos han tenido bastante tela de donde cortar.

Es que Ulysses trata de todo, de la vida, la muerte y el sexo y lo que ocurre entre tanto. Meta ambiciosa. Tal parece que don Luis fue un obsesivo-compulsivo grado tres. Pone tal cantidad de detalle que nos abruma con su minuciosidad. Su famosa corriente de consciencia, que no inventó, pero que sí aprovechó y elevó a la máxima potencia, lo lleva a intentar el registro de cada pensamiento.

Esta es apenas una de las dificultades de Ulysses. El buen Jim, sin duda con toda malévola intención, no nos da pistas, así que nos tardamos en darnos cuenta de que estamos viendo un streaming de pensamientos. Tenemos un narrador en off, que nos da ubicaciones espaciales, temporales y meteorológicas. Luego, sin decir agua va, ya estamos inmersos en una serie de frases desconectadas, deshilachadas, hasta que nos cae el veinte de que nos acabamos de meter en la cabeza de su protagonista, Mr Bloom. Y vaya que cabecita que tiene Bloom. Sus pensamientos van de lo trivial, a lo convencional, a lo significativo hasta lo escatológico-cochambroso. Es un espejo: estos son los pensamientos de todos nosotros. Acaso no nos hemos cuestionado porqué las estatuas no tienen ano, pero algo similar habrá pasado por nuestras cabezotas.

Así como seguimos los pensamientos de Bloom, también entramos en el alter-ego de Joyce, el joven poeta Stephen Dedalus, protagonista de Artist as a Young Man. De hecho, Ulysses empieza como continuación de la primera obra. Pero mientras que los pensamientos de Bloom son prácticos, concretos, los de Stephen son poéticos, metafísicos, intrincados. El episodio, que así se llaman los capítulos en Ulysses, donde seguimos sus pensamientos mientras se pasea en una playa es uno de los más difíciles, porque apenas nos estamos familiarizando con la forma de escribir de Joyce.

¿De qué se trata este tomo, mamotreto le dirían algunos? La anécdota, como tal, es sencilla. Mientras Stephen decide que va a ser de su vida, Bloom recorre las calles de Dublín, hace un poco, bastante poco, de su trabajo, acude a un funeral, luego a comer, se reúne con un sobrino, hace voyerismo en una playa (la misma de Stephen), va a la maternidad donde la esposa de un conocido va a dar a luz, y termina en un burdel de donde rescata a Stephen, a quien paternalmente invita a su casa. En tanto, Marion, Molly, la esposa de Bloom, recibe en su casa a su amante, Blazes Boylan. Todo ocurre entre la mañana de un día, el 16 de junio de 1904, hasta la madrugada del día siguiente. ¿Por qué titular la obra Ulysses? A Odiseo no se le menciona, salvo como alusión. Pero la obra se trata de un héroe, un héroe ordinario. Joyce gustaba de todas las formas retóricas, oxímoron incluido. Bloom sigue el periplo del héroe de Campbell. No fue Campbell quien influyó en Joyce, fue al revés. Desde el momento que sale de su casa, tiene aventuras, las de todos los días, que no dejan de ser aventuras, nos está sugiriendo Joyce. Hasta que llega a la caverna profunda, y confronta sus demonios, Molly incluida, vestida de odalisca. El episodio donde esto toma lugar es en el en el burdel. Escrito en forma de guion de teatro, es el más impactante de la obra. Se alternan imágenes ordinarias con pasajes alucinados. Visto freudianamente, es un hiperrealismo del subconsciente de Bloom. El héroe regresa a casa, transformado. Le va a pedir a Molly el desayuno en la cama. Cuando lo conocemos, Bloom le lleva a Molly el desayuno en cama. ¿Patriarcal? No me voy a meter en eso. Cada quien juzgue.

El verdadero protagonista de Ulysses es el idioma, con todos sus recovecos, laberintos, curiosidades y sorpresas. De modo que lo que se disfruta son los giros, las formas, las frases exquisitas. Me pregunto, pinche Joyce, de dónde inventas tanta cosa. La envidia, ¿ven? Ulysses no es una novela de forma rara, es un poema con cara de novela. Por eso la imagen de este artículo es el fragmento de un poema de Joyce, pintado en los muros de un pub en Dublín. Me temo que la traducción no le hace justica del todo:

Flor donada a mi hija

Frágil la blanca rosa es y frágiles son
Las manos que la dieron
Su alma está marchita y es más pálida
Que la difusa onda del tiempo.

Y como se trata de Irlanda y los irlandeses, Ulysses es un poema épico. Así, pues, aproxímate a esta novela como te acercarías a un poema. Se trata de la belleza del idioma. Poema inmenso, la verdad. Toma tiempo, paciencia, ánimo. ¿Por qué ha uno de darle todo eso a esta obra? Kafka lo dijo: para romper el mar helado que hay dentro de todos nosotros.

Traducción del poema en Joyce de James Joyce: Una flor donada a mi hija – Trianarts

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1 Comments

Ma+del+Pilar+Alvarez febrero 11, 2022 at 9:39 pm - Reply

Muy interesante. Como siempre!

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