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MIGRANTES, ARANCELES, SUMISIONES: UNA HISTORIA TRISTE
14 Sep 2019

MIGRANTES, ARANCELES, SUMISIONES: UNA HISTORIA TRISTE

Post by Federico Elenes

¿Raza? Blanca, predominantemente… ¿Nivel socioeconómico? Clase media baja, en su mayoría… ¿Creencias? Muy religiosos, pertenecen a sectas protestantes, se inclinan por las más fundamentalistas: evangelistas, bautistas, etcétera. Además, son intensamente nacionalistas. Tanto que se irritan si oyen hablar un idioma que no sea el inglés. Es el de su país… y no salen de él, salvo como miembros de sus fuerzas armadas. Porque también son militaristas y creen que la posesión ilimitada de armas garantiza su libertad. ¿Quiénes son? Los trumpistas, ni más ni menos, la base del partido Republicano en los EUA. Siguen apoyando al Donald abrumadoramente: Noventa por ciento aprueban su gestión. (Encuesta del 19-30 junio, 2019. Fuente: Gallup.) Esto, aun cuando las políticas económicas de Trump no los están beneficiando. Pero lo ven luchando y se han dejado convencer que hay que hacer sacrificios en pos de una victoria que tarde o temprano se alcanzará. Esto es América, después de todo.

¿Son racistas? En una palabra, sí. Este racismo consiste en la convicción de que la raza blanca merece ser privilegiada. Lo ejemplifica la queja de una votante en el 2016 que Hillary Clinton y los demócratas se preocupaban demasiado por “minorías” y “migrantes” y descuidaban a los “americanos normales”, esto es, blancos. Que un ciudadano exija que se atiendan sus necesidades es perfectamente válido. Que considere que uno es “normal” y el otro no, ya no lo es. La connotación inquietante del make America great de Trump es que va a defender la posición de los blancos. Los Otros, al no serlo, se convierten ipso facto en una amenaza: negros criminales, árabes terroristas, chinos tramposos y latinos aprovechados, lo cual significa… mexicanos.

Para este segmento de la población estadounidense, minoritaria pero muy influyente, los mexicanos son efectivamente gente “emproblemada” proveniente de un país sucio, caótico y violento. Se observará que la descripción no es del todo errada. Los prejuicios se originan en una realidad. Lo que los hace prejuicios es la visión selectiva, de túnel. Es todo lo que se ve, porque es todo lo que se quiere ver. Se nos niega cualquier virtud, hasta el extremo de un comentarista en un video de Granada en YouTube que no podía creer que Agustín Lara fuera mexicano. Por otro lado, el comentarista conservador Tucker Carlson de Fox News no iba permitir que México se apropie de ese tradicional producto norteamericano, el taco. La misma cadena se refirió a los países centroamericanos como “países mexicanos”, esto es, una vez más, indeseables. La combinación de ignorancia y engreimiento es inquietante.

Trump dice que los mexicanos son violadores y le creen. En la mente de sus seguidores ya estaba hecha la equivalencia mexicano igual a criminal. Es gente de dudosa moral; se han metido, ilegalmente, a su país limpio, ordenado, bonito. Son morenos y feos. Vienen a aprovecharse, a que les den salud, educación, subsidios, a costa de estadounidenses que trabajan duro y respetan la ley. Su mera presencia es una amenaza. Están echando a perder el país, van a convertirlo, en las palabras de otra comentarista conservadora, Ann Coulter, quien ha hecho especialidad suya la amenaza mexicana, en un infierno tercer mundista, todas estas calamidades como resultado de un complot de la izquierda, que “odia a América”.

Desde mediados de los ochenta del siglo pasado un número de políticos estadounidenses, abrumadoramente republicanos, han jugado la carta de la así llamada crisis migratoria. Ninguno de ellos, sin embargo, con tanta efectividad como Donald Trump. Las habilidades y capacidad mental de este individuo son limitadas. Basta con oír su discurso. Pero hay que reconocer que es tenaz e implacable. Tiene una capacidad suprema: la de entender las necesidades emocionales de la gente y así hablarles directamente. Es la destreza del timador y los que votaron por él se han tragado el anzuelo. Un con gigantesco.

En todo el triste asunto de la migración ninguno de los dos países queda bien parado. Estados Unidos tuvo, y tiene, necesidad de mano de obra barata. De hecho, logró su greatness importándola. La migración fue forzada en el caso de los esclavos negros o de los irlandeses a mediados del siglo 19, quienes huían de una devastadora hambruna. Las motivaciones de los centroamericanos de hoy no son tan distintas. En California los chinos fueron la mano de obra barata. Los africanos trabajaron las plantaciones del Sur; chinos en el Oeste e irlandeses en el Este realizaron la gran tarea del siglo 19: la construcción de ferrocarriles de costa a costa, una hazaña ahora un tanto olvidada, pero que en su tiempo fue motivo de orgullo.

La actitud de la mayoría blanca era contradictoria. Les tenían desdén, pero los necesitaban. Eran como una servidumbre: útiles pero no realmente parte de la familia. Incluso Thoreau, persona por lo demás decente, tenía considerable prejuicio contra los irlandeses. Pero este grupo fue el que más fácil se asimiló. Conocían el idioma y su piel es blanca. Hoy en día, tener un apellido irlandés no es causa de discriminación y nadie se inquieta porque se pinte de verde el río Chicago el día de San Patricio. Los chinos enfrentaron considerable hostilidad, tanta que en 1882 se promulgó una Ley de Exclusión China. Ya para entonces la construcción de los ferrocarriles había terminado. Los chinos no pudieron migrar legalmente a los EUA hasta tiempos de la Segunda Guerra, cuando China era aliada de los EUA en contra de Japón. El interés, sobre todo el de los gringos, tiene pies.

El tema de la migración es complejo y no se puede tratar por completo en un artículo corto. Lo que quiero enfatizar es que estos migrantes llegaron a realizar tareas serviles. Al mejorar estos grupos su situación, se hizo necesario encontrar quien hiciera lo que Marcuse llamó “tareas necesarias pero desagradables”, aquellas que como dijo Vicente Fox, siempre tan fino para expresarse, “ni los negros quieren hacer.” Entran a escena ahora los inmigrantes mexicanos. La teoría económica convencional dice que si la oferta escasea, el precio sube, y el salario es un precio. Si no consigues quien te haga una tarea, necesitas pagar más. Pero qué mejor si puedes evitarlo. En vez de aumentarle el sueldo al recolector, a la afanadora, al lavaplatos, importas a quien esté dispuesto a trabajar por un salario bajo; bajo para EUA, pero bueno para el migrante mexicano. Surge la pregunta obvia: si un país tiene un exceso de mano de obra (demostrada por el mismo hecho de la migración) y el otro la necesidad (demostrada porque son contratados), ¿por qué no aceptas la situación y la formalizas? México ha intentado esto; quien se ha resistido son los EUA. La explicación estriba en una lógica socio-económica: necesitas que se queden en esos trabajos mal pagados. No quieres que mejore su situación. No quieres que se eduquen. No quieres que aspiren a más. Esto, evidentemente, va en contra de la creencia fundamental de los gringos, el sueño americano en su esencia: con suficiente esfuerzo y dedicación, todos salen adelante. Trabaja duro y ahorra. Puedes llegar a donde quieras. Puedes, incluso debes, aspirar a más. Está el detalle que aspirar a más significa precisamente dejar esos trabajos desagradables que necesitas se realicen y por los que no quieres pagar mucho. Dicho en forma concreta: bravo por el hijo de la barrendera que llega a profesionista; pero, ¿ahora quién barre? Es, además, una realidad que no puedes articular, porque implica admitir que el sueño americano es un mito, y hasta un timo: no está abierto para todos. Ergo, la ilegalidad como política real, efectuada en acciones concretas, pero no reconocible como tal.

Una vez que el migrante indocumentado se establece en los EU está atrapado. No tiene otra opción que la de regresar a su país, cosa que ya rechazó de inicio. Las leyes que supuestamente impiden contratar indocumentados son, en la misma expresión de ellos, a joke, una broma, una farsa. Parafraseando un tweet del Donald, si quisieran podrían acabar con el problema. Pero no quieren. De ahí el mini-escándalo, uno de tantos del Donald, de contratar indocumentados para Mar-a-Lago, su club de lujo.

Para México, la migración fue una válvula de escape conveniente. Permitió al priato mantener su hegemonía y ocultar el fracaso de algunas de sus políticas, como la agraria. En esos tiempos la migración era principalmente de campesinos. Las crisis del 76, 82 y 94 cambiaron el perfil: ahora también la clase urbana baja y media baja se fue para el otro lado. Ha disminuido en años recientes; el vector se ha invertido y el movimiento humano es de EU hacia México. Los migrantes ahora son centroamericanos, haitianos, africanos.

De modo que no sorprende que Trump, no obstante sus bravatas, no haya deportado mayor número de personas que su predecesor, Obama, el verdadero deportador en jefe. Pero hace algo todavía peor: aplica en la frontera una política deliberadamente cruel, y su base aplaude esta crueldad. Es preocupante. Las víctimas son niños. El Donald dice que quiere evitar una “infestación”. Deshumaniza deliberadamente. Cuando la congresista Alexandria Ocasio-Cortez se refirió a los sitios donde están internados como “campos de concentración”, los comentadores conservadores se indignaron. Pero eso son. Así han empezado las peores atrocidades que registra la humanidad. Es, cierto, poco probable que en este momento se cometan atrocidades peores, pero no por un vago y sentimental “eso no es lo que somos” que alegan algunos críticos estadounidenses, sino porque Estados Unidos tiene instituciones fuertes, todavía.

En esta tesitura, ahora el Donald amenazó con imponer aranceles a México, alegando la “crisis en la frontera,” crisis generada en gran parte por él mismo. La medida es irracional desde el punto de vista económico, pero políticamente resultó efectiva.

El gobierno de AMLO reaccionó de la peor manera. Marcelo Ebrard y compañía salieron disparados como corchos rumbo a Washington y, señal de poder, los gringos los hicieron esperar hasta que les dio la gana recibirlos. El encuentro era para ceder; no había nada que negociar, esto es, no se hicieron una serie de concesiones mutuas. Estados Unidos planteó unas exigencias y México las aceptó. Punto. Al aceptar proteger las fronteras de ellos, a costa nuestra, para fin práctico estamos construyendo el muro. No todos los muros son de concreto y acero.

Este proceder tendrá, me temo, una serie de consecuencias graves. Primero, le dimos al Donald un triunfo, uno que puede pregonar no solo ante su base, sino ante electores independientes. Eso, más una economía en crecimiento, le facilita su relección. Que Peña Nieto lo haya recibido en campaña fue una falta; éste es un craso error. Segundo, no meramente reforzamos, sino le demostramos, que los aranceles son un arma punitiva. Tenemos ahora esa espada de Damocles pendiendo sobre nosotros. Finalmente, aceptamos que la migración no es un problema común entre ambos países, es uno cuya solución nos corresponde solo a nosotros. Acaso lo peor, aceptamos tácitamente el planteamiento del Donald y todos los de su calaña que los migrantes son una verdadera amenaza para su país. Somos agresores, ellos víctimas. Estados Unidos dicta las medidas y decide, a su juicio, si se están cumpliendo o no. Impondrá unilateralmente las penas que considere apropiadas en caso de incumplimiento. Desde mediados del siglo 19 México no había estado tan sometido a su vecino del norte.

Los desatinos económicos de AMLO agravan todavía más la situación. Están muy señalados: detener el NAIM, el dudoso tren maya, la refinería de Pemex, todo lo cual ha provocado ceños fruncidos y labios apretados por parte de inversionistas y de las calificadoras. Wall Street y Trump no siempre se llevan bien pero están en el mismo equipo. De modo que cuando el Peje desestima las calificadoras, lo que está haciendo es mostrarle vulnerabilidad al Donald: esta economía no está siendo bien manejada. El entendimiento económico del Donald es elemental pero sabe reconocer muy bien puntos débiles donde atacar. Amenaza, pues, con los aranceles porque sabe que con su economía incierta México no tiene margen de maniobra ante la posibilidad de una guerra comercial. Realzó esta vulnerabilidad cuando dijo que EU no necesitaba de México, pero México sí de EU. Poner trabas al comercio afecta ambos países, solo que sí, desafortunadamente, México es más vulnerable.

Ebrard se paró el cuello: evitó los aranceles. No podía tomar otra actitud. Solo que el logro es temporal. El Donald, con su característica prepotencia, dijo que mediría el progreso. ¿Cuál será la reacción de AMLO/Ebrard si reaparece la amenaza de los aranceles? ¿Qué opciones tendrán? Más o menos las mismas que cuando el Donald hizo su planteamiento inicial pero con menos fuerza, desafortunadamente. Incluyen aliarse con fuerzas en EU opuestas a la medida. Retar los aranceles punitivos en las cortes estadounidenses, con posibilidades de éxito. Responder a su vez con aranceles dirigidos a productos específicos, como lo hizo en su tiempo Calderón (aunque hay que reconocer que trató con una administración menos visceral y más racional). Señalar que dañar la economía de México y Centroamérica agrava, no soluciona, el problema migratorio. Los argumentos pragmáticos tienden a ser bien recibidos en EUA.

Desde luego no es seguro que esto resultaría. Trump no es del todo racional, y como ya dijimos, muy tenaz. Pero el bully se dobla cuando se le enfrenta. Lo pudo hacer EPN, no el más brillante del salón.

En tanto, AMLO tiene otros pendientitos, como jugar béisbol u organizar mítines para celebrar un triunfo, evento descaradamente partidista, todo lo cual le impidió acudir a la cumbre del Grupo de los Veinte. Sospecho que el Peje no se siente a gusto codeándose con tanto jefe de estado. Lástima. Porque toca la casualidad que ésa es su chamba. En palabras del diplomático mexicano Arturo Sarukán, un país como México, si no está a la mesa, está en el menú. A AMLO no parece preocuparle que seamos el especial del día.

ÚLTIMA HORA (9 de julio): Don Donald impuso aranceles al acero. Al momento no hay respuesta alguna por parte del Gobierno de México. El pretexto ahora fueron “prácticas comerciales injustas.” Pero acaso quemó su cartucho. Al actuar tan arbitrariamente la amenaza pierde efecto.

10 Comments

Filozofia Kartezjusz septiembre 11, 2021 at 4:14 am - Reply

Too bad the intelligence quotient degree and rank are nt mutually exclusive .

    Federico Elenes septiembre 13, 2021 at 5:52 pm - Reply

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