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Gabriela, clavo y canela
13 Jul 2021

Gabriela, clavo y canela

Post by Federico Elenes

Reseña de la novela del escritor brasileño Jorge Amado. Publicada 1958, traducción de Haydée Jofre Barroso, Editorial Seix Barral, México, 1985.

En Ilhéus, pequeño puerto del noreste de Brasil, en la década de los veinte del pasado siglo se vive un auge de cacao. Los “coroneles”, los terratenientes, son los mandamases. De estos, el más importante, el cacique de la región, es el “coronel” Ramiro Bastos, aunque sus ochenta años de vida ya le están pesando. Se les dice “coroneles” sólo como muestra de respeto, porque nunca fueron propiamente militares. Se hicieron, sí, de sus tierras mediante celadas, emboscadas y la fuerza de armas, cuando eran jóvenes, en la época de los “barullos”, de la cual sólo se hacen alusiones ocasionales en el curso de la novela. Pero las cosas cambian y el progreso llega a lo que solía ser un rincón remoto de la enorme nación brasileña. De hecho, el progreso es un mantra en Ilhéus y lo representa Raimundo “Mundinho” Falcao (dicho sea de paso, los nombres de los personajes: Falcao, Ño-Gallo, Clovis Costa, podrían ser jugadores de la selección de futbol de Brasil: ¡Goooool de Clovis!). Mundinho, llegado de Rio, y que tiene importantes conexiones políticas, quiere dragar el puerto para exportar directamente el cacao al mundo. Pero sus planes de modernización lo van a llevar a una confrontación directa con el “coronel” Ramiro. Los “coroneles” son conservadores y patriarcales, al grado de que cuando el “coronel” Jesuíno encuentra a su esposa Sinhazinha en brazos de su amante Osmundo, el dentista del pueblo, el honor exige que los mate a ambos. Ilhéus, con contadas excepciones, aprueba de tal acción. Si bien se va cumplir con la formalidad de un proceso, todo mundo sabe que no se le va a aplicar pena alguna a Jesuíno.

Este es el fondo en el que transcurre la historia de Nacib y Gabriela. Nacib, árabe-brasileño, es dueño del bar más popular de Ilhéus, el Vesuvio. Todo va muy bien hasta el día en que su cocinera decide retirarse. No es fácil conseguir sustituto en Ilhéus. Para colmo, tiene el compromiso de un banquete en un par de días. Las hermanas dos Reis, amables, simpáticas, que viven por su cuenta, cocinan bien pero cobran demasiado. Además, gran parte del atractivo del negocio de Nacib son sus dulces y lo que aquí llamaríamos botana. De modo que a Nacib le urge conseguir empleada. Recorre todo el pueblo, sin éxito, y su inquietud aumenta.

Por otra parte, en una de las zonas menos afortunadas de Ilhéus, junto a las vías del ferrocarril, está el llamado “Mercado de Esclavos”. Ya no hay propiamente esclavos, quienes se congregan ahí en búsqueda de ocupación son los “retirantes”, personas que vienen huyendo del sertao, una región árida del noreste, propensa a sequías. (Otra pequeña digresión, este mismo sertao es la región donde se desarrolla La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa, región que el peruano hispaniza a sertón). En un grupo de retirantes viene una joven, Gabriela, y su tío. El tío muere, pero Gabriela llega a Ilhéus, después de un penoso andar, toda cubierta de lodo y piojos.

Gabriela resulta ser todo un éxito. Sus guisos son excelentes, al igual que sus dulces. Más todavía, lo es la presencia de Gabriela en el bar. Los parroquianos, casi todos amigos de Nacib, llegan antes y se quedan más tiempo.

Ya con pocas esperanzas, Nacib llega al “mercado de esclavos”. Inicialmente, no le presta mucha atención a Gabriela. Prefiere una señora mayor. Por su parte, lo que Gabriela quiere precisamente es acomodarse en una casa. “Mozo lindo”, le dice a Nacib. Esto desde luego consigue su atención, pero sigue sin estar del todo convencido. No obstante, se lleva a Gabriela a su casa, la acomoda, le pide que se bañe, y queda capturado por el olor a clavo de Gabriela, y su piel color canela.

Pero Nacib no consigue la calma. Está bajo la zozobra continua de que, en términos nuestros, le vayan a “bajar” a su empleada, que se ha convertido también en su amante. Los “coroneles” tienen poder y dinero; pueden ponerle una casa y darle los lujos que quiera. Gabriela insiste que no le interesa irse con un viejo feo, “con ellos no, eso no”. Quiere quedarse con Nacib, que además de ser “mozo lindo” es “muy bueno”. Nacib no queda convencido. Decide que la única solución es casarse con Gabriela, lo cual ella acepta. Y es ahí donde empiezan sus problemas.

El logro principal de Amado es pintarnos el retrato completo de una comunidad, con sus logros, sus dificultades y sus injusticias. En su juventud, Amado fue marxista, y sus primeras novelas estaban marcadas por una fuerte carga ideológica. Si bien en esta novela, Amado sigue siendo crítico de la cultura de la región, ya no está tan interesado en revoluciones. Nos muestra su parecer en una forma indirecta. No sentimos que nos está sermoneando. Lo consigue mediante las simpatías y antipatías que cada personaje suscita en nosotros.

Lo logra también con un estilo ameno, que va muy a tono con la historia, que es, en esencia, chisme de pueblo. Chisme sabroso, como suelen ser los chismes. Es divertido, si uno gusta de estas cosas, sentir el ritmo y la tonalidad del portugués brasileño, que la traducción conserva: “Vete sin miedo. Un trago más, apenas, para terminar de olvidar. Morir a bala, no me opongo. La gente muere peleando, o riendo contenta. Lo que no quiero es morir liquidado a cuchillo. Esa una muerte triste, miserable. Vi morir así a un hombre. Cosa fea de ver…”

En ocasiones, el estilo se torna poético y entonces es muy efectivo:

Caballo de Yemanjá, Gabriela partía por prados y montes, por valles y mares, por océanos profundos. Bailando las danzas, cantando las canciones, cabalgando caballos. Un peine de hueso, un frasco de perfume, arrojaba a las rocas para regalo de la diosa del mar, y hacía su pedido, el fogón de Nacib, su cocina, el cuartito de atrás, el pecho velludo, el bigote cosquilleador, la pierna pasando sobre su anca de arreos…

Tomando el lado criticón, la trama es lineal, esto es, predecible, que nos lleva a un final que no es del todo satisfactorio, porque las situaciones que plantea el autor se arreglan muy a modo, convenientemente.

La caracterización también deja un poco que desear. De Nacib nos enteramos que es bueno, que tiene aspiraciones, deseos, pero nada más. Gabriela es el arquetipo de la inocencia. El problema que surge cuando haces de tu personaje un arquetipo es que comienza a perder verosimilitud. Esto ocurre con Gabriela. Los personajes de los “coroneles” están todos cortados con la misma tijera, tanto que sólo se distinguen por sus nombres, salvo el “coronel” Amancio, y eso porque le falta un ojo. En general, a los personajes de la novela les falta profundidad. Cierto, la intención es describir esta colectividad en su totalidad. Pero hay que notar que ello incompatible con personajes mejor desarrollados.

Amado hace una crítica a la situación de las mujeres en esa sociedad patriarcal, donde sus únicas opciones son ser esposa sumisa, soltera amargada, querida, o prostituta. Está la excepción de las hermanas dos Reis, pero es precisamente eso, una excepción. Pero, por otro lado, Gabriela representa un ideal de mujer. Es joven, bonita, sensual, siempre está dispuesta, y no es exigente. De hecho, lo único que pide es que no le pidan nada. De modo que no puede tomarse como símbolo de empoderamiento femenino. Pero, en descargo, podemos decir de ella es que sabe enfrentarse a su realidad y es una sobreviviente.

Basándose en estrictos criterios literarios de trama y caracterización, Gabriela queda fallida. Pero gusta, entretiene y muestra un cuadro muy bien acabado de Brasil.

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1 Comments

Ma del Pilar Alvarez julio 14, 2021 at 11:41 am - Reply

Muy completa reseña!!
Felicidades!!!

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