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EL PELIGRO DE LAS BUENAS CONCIENCIAS
29 Oct 2019

EL PELIGRO DE LAS BUENAS CONCIENCIAS

Post by Federico Elenes

Hace ya mucho tiempo (no todo ocurre ayer) el orador y político romano Marco Tulio Cicerón dijo: “Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo”. En otras palabras, no se iba dejar guiar por el qué dirán. Proclamó una independencia de criterio que, me temo, ya no se mantiene en esta época de opinión fácil y santurronería barata. Las ubicuas redes sociales magnifican esta tendencia, pero no son su causa. La causa fundamental es que a los humanos nos gusta lo fácil y lo cómodo, sobre todo al momento de –horror de horrores− pensar.

Esto de la conciencia viene a cuento con la inquietante ley que el Congreso de Nuevo León  aprobó sobre objeción de conciencia: “El personal médico y de enfermería que forme parte del Sistema Estatal de Salud, podrán ejercer la objeción de conciencia y excusarse de participar en la presentación de servicios que establece esta ley”.

 “Conciencia” significa literalmente conocimiento de uno mismo, el conocimiento más difícil, según Saint-Exupéry y muchas otras mentes brillantes que de esto han opinado. Más específico, es un sentido interno de lo que está bien y está mal. No viene de la nada, desde luego. Se origina, obvio, en nuestra crianza, nuestro medio, en aquellas escasas almas audaces que toman libros y los leen. Salvo algún ermitaño por ahí, estamos sujetos a influencias constantes. Más, todavía, perdón por ser repetitivo, en estos tiempos de ultra-información. Existen, no obstante, ciertas constantes. Se espera que mi conciencia esté alineada con los valores de la colectividad donde estoy inserto. Entonces, dentro de cada uno de nosotros tendremos una mezcla de valores, principios nobles, ideas confusas y estupideces. Todos, sin excepción. Por lo mismo, la conciencia queda en lo personal. No se puede generalizar.

La ley de marras, a lo que tengo entendido, exime a médicos de ciertas obligaciones. La objeción de conciencia “excusa de participación en la presentación de servicios…” El aborto, es, efectivamente, un “servicio” al cual una conciencia pudiera objetar. Entonces, podemos considerar válido que un médico no practique abortos, si ello va en contra de este sentido interno de bien y mal. Solo que, como el aborto en Nuevo León no está despenalizado, y por lo tanto, no puede entrar en la categoría de “servicios que establece esta ley”, dicha objeción de conciencia queda en un plano puramente hipotético. No tiene mucho sentido protegerte contra una supuesta obligación de realizar una acción que es contra la ley.

La objeción de conciencia como principio legal debe manejarse en un campo muy estrecho. Cuando en EUA había servicio militar obligatorio, la objeción de conciencia era una exención válida. El principio era, no me puedes obligar a matar, si eso va contra mi conciencia. Sin embargo, la reforma de la ley en Nuevo León es demasiado general. Me “escusa” de cualquier servicio que no quiera realizar… el que sea. Va más allá de la situación éticamente válida en que el médico no realizará un procedimiento que a su juicio profesional no es el indicado. Puedo negar atención a quienquiera que no me parezca, so pretexto de conciencia. Notemos en justicia que esto es un temor, no un hecho. La reforma, tal como está escrita, no menciona específicamente a migrantes, indígenas, LBGT, VIH. El gobierno de Nuevo León ya anunció que vetará la reforma, según declaración del Secretario General de Gobierno, Manuel González. Por esta vez, estoy de acuerdo con el Bronco.

El tema de derechos humanos está lleno de confusión, y más en este México nuestro, donde el desorden llega al grado de surrealismo. Simone Weil, filósofa francesa a quien Albert Camus llamó “el único espíritus grande de nuestra tiempo,” dicho tiempo siendo los mediados del siglo 20, Segunda Guerra Mundial incluida, dejó una explicación muy lúcida sobre este tema de derechos humanos. Decía que no tenía sentido hablar de derechos por un lado y de obligaciones por el otro. Eran más bien relaciones de objeto y sujeto. Así, yo tengo una serie de obligaciones hacia los demás, que constituyen sus derechos. Por otro lado, las obligaciones de los demás respecto mi persona constituyen mis derechos. Entre el conjunto de obligaciones de una persona, hay unas que tiene hacia si misma. Así, una persona sola en el mundo tiene obligaciones, pero no derechos. A estas obligaciones se les podrá identificar muchas vertientes y matices, pero Weil las reduce a solo una: el respeto. Pone un ejemplo: si alguien se encuentra a otra persona muriéndose de hambre frente a su casa, si pasa de largo sin darle nada, no se le consideraría libre de culpa. La conciencia humana sobre esto no ha variado, dice. Los cristianos se saben –o se supone que lo deben de saber− que lo que se les señalará en el Juicio Final es: “Tuve hambre y no me diste de comer”.

Esto es humanismo, en su más pura esencia. La medicina es, estaremos de acuerdo, la profesión humana por excelencia. Las críticas –no faltas de fundamento, he de reconocer− hacia los médicos consisten en la pérdida de ese humanismo. Que somos arrogantes, insensibles, metalizados, indiferentes. Es extraño, por decir lo menos, en este contexto que haya una ley que, así sea solo en teoría, aliente esa deshumanización. 

La deontología médica, que establece los principios y obligaciones en que se ejerce nuestra profesión es muy clara en un punto: el médico atenderá. No importa a quien. Las características de la persona, quien al tener una enfermedad, al padecer, se convierte en paciente, no importan. No importa su edad, su género, su condición, sus cualidades morales o incluso ausencia de estas. No nos conciernen a los médicos. Si golpea a su pareja, descuida a sus hijos, no paga sus impuestos, se roba la luz, le enseña la lengua al vecino, le bloquea su cochera, se acostó con el marido de su mejor amiga, nada de eso nos importa. No nos corresponde a los médicos hacer juicios morales sobre nuestros pacientes. Menos, todavía, encasillarlos en categorías arbitrarias de deseables o no deseables. Nos corresponde, desde luego, investigar su estilo de vida en tanto médicamente significativo, y dar los consejos relevantes. O advertencias, si se quiere. Pero estos no son juicios morales.

Uno de los problemas de esta confusa época nuestra es que no hay consenso. ¿Aborto? Unos dicen sí, otros no. ¿Matrimonio entre personas del mismo sexo? Lo mismo. Habrá gran cantidad de desacuerdos sobre lo que es ético o moral y lo que no. Pero en este punto sí hay consenso. No está sujeto a mucha controversia. En los términos de Weil, la obligación de atender, que es el derecho a la salud (reconocido, dicho sea de paso, en México como garantía constitucional) pesa más que cualquier “objeción de conciencia”. Weil elabora más sobre el punto: “Las necesidades del ser humano son sagradas. Su satisfacción no se puede subordinar a razones de estado, o a cualquier consideración de dinero, nacionalidad, raza o color, o al valor moral o de otro tipo atribuido al ser humano en cuestión, o a cualquier otra consideración”.

Entramos a Medicina con ese entendimiento. Es el espíritu, si no precisamente la letra, del Juramento Hipocrático. Es lo que esperamos que dicte la conciencia del médico. No estoy seguro si ese algo dentro de una persona por lo que desprecia a gente Y o categoría X (debemos ser muy cautos al inventar castas) se le pueda llamar conciencia. Yo les llamo prejuicios. En un sentido más pragmático, menos dado a suposiciones y temores, dudo mucho que mis colegas se nieguen a atender a estos grupos vulnerables. 

El compromiso de atender siempre ha existido para los médicos. Nadie lo ha cuestionado. Ningún médico, hasta donde sé, queda forzado, obligado, a practicar abortos, en ningún lado. Curiosa ley, una que no se dirige a un problema real. Y cosa curiosa, la conciencia, una vez elevada a categoría de ley. Ya no es una guía interna de cómo actuar, sino una justificación para imponer mis ideas y creencias a los demás. No se vale generalizarla, ya dijimos. Por eso la inquietud. Por eso el temor a la discriminación, que, sí, ocurre con demasiada frecuencia en este país nuestro. Nuevo León, me temo, es de los peores en este rubro.

Weil, una vez más: “La conciencia se engaña por lo social. Nuestra energía suplementaria (imaginativa) se encuentra capturada en un grado elevado por lo social. Tiene que desapegarse de ello. Ese es el más difícil de los desapegos.” Ahora, si de veras se trata de tu conciencia, mantente, igual que Cicerón, contra la opinión del mundo.  Contra viento y marea y asume las consecuencias. Para eso es la conciencia, ¿no? No necesitas una ley.

NOTA: El texto de la ley está tomado de Animal Político: https://www.animalpolitico.com/2019/10/objecion-conciencia-congreso-nuevo-leon/

Las citas de Simone Weil están tomadas de Wikiquote.

4 Comments

Nawadnianie Ziemniaków diciembre 19, 2021 at 7:20 am - Reply

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