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Carta abierta a Epigmenio Ibarra
14 Ene 2022

Carta abierta a Epigmenio Ibarra

Post by Federico Elenes

A la larga, el odio es tan nutritivo como el cianuro.
Kurt Vonnegut, escritor norteamericano


Esta carta, Epigmenio, no es un intento por convencer; coincido con Saramago en que es una forma de colonización del pensamiento. Es, sí, una búsqueda de entendimiento y de coincidencias, que mucha falta hace en esta época de polarización. En todos los conflictos, siempre queremos responsabilizar al otro. Aceptemos que cada uno tiene que asumir la suya. Entre los ciudadanos opositores al gobierno actual hay una fuerte dosis de intolerancia, de clasismo, de cerrazón, de falta de entendimiento de las circunstancias en que vive la mayoría de nuestros compatriotas. Lo acepto.


Sin embargo, también es una crítica fuerte. Soy de los “fifís”, de los conservadores, siguiendo tus etiquetas. Creo en la libertad como valor fundamental. Ello me lleva a creer en la democracia como la mejor forma de organizar la sociedad y en el mercado libre como la forma preferible de organizar la economía. Éstas no son perfectas. Lejos de ello. Pero como dijo Salvador Dalí, que no te preocupe la perfección. Nunca la alcanzarás. Amén de las deficiencias de estas formas, nos encontramos con el hecho de que los sistemas políticos y económicos en México adolecen de fallas graves. Nuestros problemas de inseguridad y desigualdad son bien conocidos, no requieren mayor elaboración. Coincido en que ambos problemas vienen entrelazados. Uno alimenta al otro en un círculo sumamente vicioso. Desconfío de los diagnósticos y soluciones fáciles. No son “pobres porque quieren”. Importan el talento y el esfuerzo, de eso no hay la menor duda. Tu misma trayectoria es prueba de ello, Epigmenio. Pero también hay quienes que por su posición tienen abiertas puertas que los demás mortales no tienen. Me doy cuenta de que la injusticia te inquieta. A mí también. Creo que podemos coincidir en que la corrupción es una forma atroz de injusticia.


Lo que me inquieta de ti, y en general de tus correligionarios, llegando hasta nuestro señor presidente, es tu visceralidad. Lo demuestra tu Tweet reciente sobre la estatua derribada de don Andrés Manuel. A la persona o personas desconocidas que cometieron tal desmán los tildaste de sicarios. Era nada más una estatua, que el mismo AMLO había pedido que se retirara. Entonces, podemos coincidir en que no debió estar ahí, por principio de cuentas. Espero que también coincidamos en que las palabras importan. Importan muchísimo. No les puedes cambiar los nombres a las cosas por capricho de tu santa voluntad, ni tú ni nadie. Sicario, mi querido Epigmenio, es un asesino a sueldo. Alabado sea el Señor, nadie murió a raíz de este incidente, ni siquiera en el sentido metafórico de la imagen de nuestro señor presidente. Quien lo quiere, lo seguirá queriendo; quien lo odia lo seguirá odiando, y quienes, como es mi caso, simplemente no estamos de acuerdo con él, no vamos a cambiar nuestro juicio por este incidente. El nombre correcto para este tipo de acciones es vandalismo. ¿Podemos coincidir en el punto, y en que el vandalismo es en general una conducta antisocial y poco constructiva?


El que unos desconocidos se hayan tomado tal atrevimiento con ese ídolo hace que te revuelques de coraje. Acéptalo, colocar esa estatua fue una pésima idea. Se pusieron, dicho en mexicano, de pechito. Lo que parece enfurecerte es que alguien se oponga a tu líder. Aclaro: lo considero mi presidente, porque lo es legalmente y lo es de todos los mexicanos, pero no lo siento mi líder. Hay una diferencia. Dar importancia a la figura presidencial no es lo mismo que presidencialismo. Lo primero representa legitimidad, lo segundo es camino a la corrupción y al abuso de poder. Ya lo hemos vivido.


Lo anterior me lleva a lo que más me molesta de ustedes de la llamada Cuarta Transformación (El nombre no me gusta, pero sirve para ubicarnos en el mismo contexto): no conciben una razón válida o legítima para el desacuerdo. O estás ardido, o resientes la pérdida del privilegio, o el chayote, o estás en contra del Pueblo o el Progreso, o simplemente por la pura maldad de tu ser. Todo no es más que una falacia, que en México puede considerarse deporte nacional, el argumento ad hominem. Se critica a la persona, no al contenido del argumento. Cuando se nos critica nos ponemos a la defensiva. Es una reacción natural. Pero la crítica no significa odio. Esto es muy importante.


Dices, con toda razón, que han ganado las elecciones. Ganaron por amplio margen en el 2018, y con margen menor, pero margen al fin, las intermedias del 2021. En éstas, es usual que el partido en el poder pierda posiciones. Como MORENA mantuvo sus mayorías en el Congreso obtuvo, efectivamente, un triunfo. Las victorias son para festejarlas, pero en el contexto político, donde se trabajará con muchas gentes y muchas corrientes, es mejor que el júbilo sea moderado. Hablar de Vitacilina y como dijo tu (supongo) compadre Pablo Ignacio Taibo II, que “se las metimos toda doblada” no es muy conveniente. Tiene un precio. Pero lo que más importa es que con los triunfos viene una gran responsabilidad. Fíjate, entre más contundente el triunfo, mayor la responsabilidad. Y mayor el peligro de quedar a deber.


Eso fue lo que ocurrió con los gobiernos pasados, sobre todo el de Vicente Fox. Otro punto en el que seguramente coincidimos. Hubo corrupción, hubo frivolidad, hubo una guerra fracasada. Pero también hubo aciertos. En México, tendemos demasiado al blanco y negro, de modo que creemos que hablar bien de equis gobernante equivale a estar completamente vendido o dominado. Pues bien, aunque te cause urticaria, y dudo mucho que lo reconozcas, Calderón manejó bien la emergencia del H1N1. Era otro virus, sí, de acuerdo. El punto es que lo hizo bien, y el primer punto de ese bien fue reconocer la naturaleza de la amenaza. Se trata de liderazgo, más que de tal o cual medida específica. Si se siente que hay mano firme en el timón, la gente no entra en pánico, o su contraparte, la indiferencia.


Esto es, sin embargo, historia. Y ojalá dejaras tú la historia. Fox, Calderón, Peña Nieto llegaron y se fueron. No nos interesan ya. ¿Estará Calderón maniobrando tras bambalinas? Es posible, no lo sé, los mortales no tenemos realmente manera de saber. Si acaso lo hace, no es delito de lesa majestad. Lo que importa, importa muchísimo, es lo que está haciendo ahora el actual gobierno. Y no me gusta. No soy el único. No seremos mayoría, pero eso no significa que no importemos. No nos gusta el ataque a las instituciones. No nos gusta el gasto en proyectos faraónicos. No nos gusta que México sea el país donde el coronavirus tiene mayor letalidad. No nos gusta la caída de la inversión y el aumento de la pobreza. No nos gusta que la política de seguridad termine en más balazos -y por ende muertos- que abrazos. No nos gusta la inflación. No necesitamos datos oficiales. Cada vez son más pesos para llenar un tanque de gasolina.


No creo en los mesías, ni en el sentido espiritual, menos en el material. Ningún ser humano puede ofrecer el paraíso en la tierra. Eso no existe. Mucho me temo que han convertido a un ser humano, débil y falible como lo somos todos, en un ideal inalcanzable. Ello inevitablemente llevará al fracaso. La historia está llena de ejemplos. La verdadera fuerza de la democracia está en su capacidad de moderar el poder. Requiere como cualidad indispensable el respetar al contrario y de reconocer que, de cuando en cuando, tiene razón. ¿Qué tan demócrata eres, Epigmenio?

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