
El ciclo noticioso corre veloz en estos agitados tiempos, así que el hecho de que el mariscal de campo Aaron Rodgers, de los Empacadores de Green Bay, tuvo que ponerse en cuarentena por dar positivo al COVID ya ha cedido lugar a otros titulares. No deja por ello de ser relevante el caso, como se relaciona al maldito bicho que ha puesto nuestras vidas de cabeza, y hasta ha acabado con la de demasiadas personas. Para quienes no siguen el futbol americano, han de saber primero que los Empacadores de Green Bay son uno de los equipos con más tradición y venían tumbando caña esta temporada. Pues bien, justo después de una victoria dramática de último segundo en contra de los también muy buenos Cardenales de Arizona, Aaron Rodgers se reportó positivo al COVID, y por lo tanto tuvo que aislarse.
El pecado de Rodgers, y por lo que ha sido públicamente criticad, fue mentir, y mentir en una forma particularmente engañosa. Dijo públicamente en agosto que se había “inmunizado”. Es razonable que la mayoría haya interpretado tal dicho como que se vacunó. No hizo tal. En vez de ello se tomó un tratamiento homeopático. ¿Está en su derecho a ello, en lugar vacunarse? Hay quienes dirán que sí. Por mi parte, me parece una decisión poco inteligente, pero las opiniones de los demás sobre tal conducta no importan, con una importante excepción: la NFL. Ésta no considera que la homeopatía sea lo mismo que estar vacunado. Ahora bien, la liga no exige la vacuna a los jugadores, pero quienes optan por no vacunarse deben seguir ciertas medidas, que incluyen el uso de cubrebocas y evitar reuniones con más de un cierto número de compañeros fuera de las instalaciones del equipo. Rodgers no cumplió con estas disposiciones. El resultado fue que se tuvo que quedar en casita, acaso viendo por la tele como sus compañeros caían ante los Jefes de Kansas City. Nos quedamos, los espectadores, con las ganas de ver un duelo de mariscales de campo: Rodgers versus Mahomes. El fútbol americano no solo es un juego; también es un negocio multimillonario. El primero que debería que tener presente este lado comercial es el mismo Rodgers, porque de ahí vienen los millones que se embolsa. No se los regateo; simplemente hago notar que con esas cantidades viene también una cauda de responsabilidades. El espectáculo que la NFL vende se nutre de la rivalidad entre los equipos. Quita las rivalidades, decae el espectáculo, por ende, el negocio.
Rodgers agravó su pecado al hacerse la víctima. Se dice perseguido por la “cultura woke”. Un comentarista de Fox News lo defendió, con el increíblemente pueril argumento de que “todos mienten”. Estrictamente sí, pero no es lo mismo decir que te duele la cabeza para escaparte de un evento social al que no quieres asistir, o echarle la culpa al tráfico de tu retardo, cuando lo que realmente pasó es que te quedaste dormido, a mentir en una circunstancia donde afectas gravemente a los demás. Perder un juego no es lo peor. Green Bay sigue siendo contendiente, si bien después de los resultados de este último fin de semana ya no está en primer lugar. A fin de cuentas, es solo un juego, no obstante los millones que entran y salen. Más grave es contagiarse uno y a los demás, que en este caso son tus mismos compañeros, Rodgers, ni más ni menos. ¿Qué tanto te importaron?
Me intriga de sobremanera como la derecha estadounidense ha llegado a rechazar valores morales básicos. ¿Quién, en su sano juicio, puede defender a un mentiroso? Se le puede perdonar, pero no decir que “está bien”, que “no importa, al fin y al cabo todos lo hacen”. Esto los ha llevado a un grado de cinismo atroz. Lo que pasa por izquierda aquí en México no es mucho mejor en cuanto descaro, pero cuando menos antes no eran tan santurrones.
Pero de lo que trata este artículo es la ética en la pandemia. Este vocablo está muy olvidado. Todos los humanos han sido egoístas, pero en esta época no solo se proclama que el egoísmo es una virtud, sino que es hasta un derecho. Recordemos brevemente lo que Simone Weil decía sobre derechos y obligaciones. Tengo obligaciones hacia los demás y ésas constituyen a su vez sus derechos. Para Weil, las obligaciones nunca pierden su vigencia, mientras que un derecho no reconocido no vale nada.
Desde este punto de vista deontológico, ¿cuál es la obligación que se nos impone durante una pandemia? Obviamente, hacer lo que esté en mi mano para disminuir su propagación. No tendría ni siquiera que plantearse como una cuestión ética. Un instinto de supervivencia me lleva a protegerme; un sentido de humanidad básico me lleva a proteger a los demás, amén de que esos demás típicamente serán las personas más cercanas a mí.
Desafortunadamente, el manejo de la pandemia se ha politizado, lo que quiere decir que algunos actores políticos la están usando para sus fines políticos. En el más puro espíritu maquiavélico, cada bando acusa al otro de hacer lo mismo. Nuestro comportamiento es tribal: decidimos y actuamos según la banda a la que pertenecemos. De modo que la coincidencia con, o resistencia a, las medidas de protección, cuales quiera que sean éstas, depende de si son los míos o no los que están en el poder. Lo que yace en el fondo de las resistencias es el temor, un temor no reconocido por el individuo, y por lo tanto no manejable. Tal individuo se resiste a protegerse, pero en el fondo sabe que se está poniendo a sí mismo y a sus allegados en peligro. Esta contradicción, esta disonancia cognitiva, la soluciona negando la existencia de ese peligro, esa pandemia. La negación es una droga: te tranquiliza temporalmente, pero a la larga es nefasta.
Entra a escena la ciencia. Ésta nunca nos dará verdades absolutas. Lo que nos dice es: esto es así, basándonos en la mejor evidencia que tenemos al momento. Este así puede cambiar, conforme llega nueva evidencia. De ahí que las recomendaciones sobre la pandemia cambien tanto. Desde luego, no ayuda la mala comunicación por parte de las autoridades. Esto hay que entender: las vacunas no encienden un interruptor inmunitario automático. Digamos que le enseñan al sistema inmune como enfrentarse a este virus, sumamente marrullero y mañoso. ¿Son una protección? Sí. ¿Representan una garantía? No. Puedes enfermarte y hasta morir, estando vacunado. Lo que pasa es que la enfermedad, entendida como la presencia de síntomas y signos, es el resultado de una interacción compleja entre agente, huésped y medio. Lo que sí nos dice la evidencia es que te va mejor vacunándote que no. Si tienes menos de 65 años, como es el caso de Rodgers, tus posibilidades de morir de COVID estando vacunado son prácticamente nulas. Y si sobre esa vacuna agregas protecciones adicionales, como el cubrebocas, mejor para ti y mejor para los demás.
Estamos en guerra contra un agente invisible y muy dañino. El soldado inteligente no se expone, se atrinchera. Ojalá que Rodgers hubiera considerado eso. Y que hubiera pensado en alguien más que no fuera él. Como su equipo.
4 Comments
Elocuente y acertado. Rescatas los tres principios básicos de la filosofía estoica (de la que soy admirador y practicante): 1. Qué deseos son razonables, 2. Qué acciones son de bien común (éticas y morales), y 3. Qué merece mi consentimiento por ser congruete con una vida virtuosa.
Todo un tema que seguramente pronto discutiremos.
Un abrazo.
Muchas gracias, compadre
Great content! Keep up the good work!
Thank you!