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Contra los bancos
17 Ago 2021

Contra los bancos

Post by Federico Elenes

Todo empezó con One World.

Procedo a explicarme. Resulta que tengo una afición/adicción por juegos de estrategia, de esos clasificados como 4X: eXplorar, eXplotar, eXpander y eXterminar. Suena rudo, pero no lo es más que el ajedrez. El prototipo, el originador de este género es Civilization, que conocí en su versión 2 allá en los lejanos 90, y que ya va en su iteración número 6. Estos juegos son complejos, con una gran cantidad de opciones, pero después de un tiempo vienen a ser pan con lo mismo. En un intento por contrarrestar, los emisores de estos juegos ofrecen expansiones y DLC, que quiere decir, por sus iniciales en inglés, contenido descargable por el usuario. Sirve para mantenerte en el juego, y es una forma de “monetización”, lo cual es una forma sofisticada de decir que te van a sacar más lana.

Así pues, uno tiende a emocionarse cuando sale algo de veras nuevo. Es el caso de One World.  En YouTube (tenía que ser) uno de los influencers de este nicho fue quien me enteró de esta novedad. Una Tienda de Juegos, chiquita pero picosa, me ofrece el típico gancho: aprovecha AHORA el descuento, porque solo te lo mantendremos hasta mediados de agosto. Acepto. Ahora hay que atender a las formalidades comerciales. Tengo que registrarme y poner un método de pago, esto es, una tarjeta bancaria. Pero no basta con que les diga que la dirección de correo electrónico que les acabo de dar es la mía y que yo soy yo. Es menester un Código. Entiendo. Sé que hay mucho spammer y hacker y otras alimañas de esa calaña. El caso es que me llega una serie de números aleatorios, a la misma dirección de correo que les acabo de dar, y que he de transcribir exacta y minuciosamente en la página de registro. ¿Qué pex con esto?, me pregunto, pero el cibertrámite se concluye felizmente.

Descargo el juego y me dispongo a conocerlo. Desde el inicio lo noto algo lento, pero a un grado aceptable. Pero poco a poco se va arranando hasta hacerse desesperantemente lento. Tarda -lo mido con cronómetro, porque así soy yo- 25 minutos en iniciar y como 10 entre turno y turno. Ello sin contar el tiempo de arranque de mi PC, que también es algo arrastrada. Mis lectores más ciber-conocedores ya habrán deducido que mi compu está viejita. Carga con el odioso Windows 8, nunca muy popular que digamos. Así que me digo a mí mismo: mi mismo, quizás sea tiempo de un upgrade. He aquí que tengo que tomar una Decisión, y como dijo aquel genio olvidado, Enrique Jardiel Poncela, decidir es más difícil que levantarse temprano. O me compro un equipo básico, con más memoria, 16 rams en vez de los 8 que tenía, y con el Win 10, esperando que juego y sistema se lleven mejor, o me voy a una más sofisticada, del tipo que por obvias razones pertenece a un género llamado Gamer, que para ello porta una tarjeta de video dedicada y envidiosa. Por ése, y solo ese feo vicio, cuesta más. Mi ocupación principal, escribir, es poco exigente en cuanto a requerimientos computacionales; luego, la más básica me sirve bien. Pero ahora tengo otra necesidad: satisfacer las demandas insistentes de mi afición/adicción. ¿Qué tal si, como se dice en uno de los múltiples clichés contemporáneos, no mejora mi “experiencia de juego”? Ya habrán deducido, caros lectores, por cuál me decidí. Me convenzo diciéndome que si que si voy a gastar, mejor gasto en algo que me va satisfacer. 

En la Afamada Gran Tienda Mundial en Línea encuentro un equipo con lo que quiero, a un precio no tan excesivo. Hago click en ese peligroso botón que reza “comprar ahora». Aparece el mensaje: procesando tu pago. Espere un poco. Espero, qué le hago. Resulta que el famoso Código hace acto de presencia otra vez. Es un requisito que impone el Gran Banco Multinacional, donde tengo mis cuentas, porque la compra excede de cierta cantidad. Dicho código será enviado a mi cel. Conste, mi número ya lo tienen, solo tengo que confirmarlo. Espero todavía más. Pasados unos minutos, me queda claro que no va a llegar. Repito el intento. Nada. Esta contingencia está prevista, porque hay una instrucción: llame al número tal si no llega el código. Es el servicio (es un decir) al cliente del Gran Banco Multinacional. ¡Oh, no! Cuando me irrito, y estas fallas me tienden a irritar, se me descompone el lóbulo frontal y comienzo a hacer zonceras. Hagan de cuenta Win 8. Tuve que marcar varias veces y luego navegar por el bizantino menú, que no me ofrece la opción que busco. Espero escuchar: “para comunicarse con un asesor marque X…” Nada que. Lo que oigo es “como no ha marcado ninguna opción esta llamada se terminará”. O sea, regresa al principio, como en Serpientes y Escaleras. Después de cuatro (4) intentos, consigo que me atienda Señorita Banco. Me identifico, explico mi situación. “Es un filtro adicional -se me explica- Voy a enviarle el código”. Pienso: ¿ahora sí va a funcionar? Pues no. No llega nada. Que me lo va a enviar otra vez. Tampoco. Señorita Banco, un tanto cortante, me dice que no hay nada que pueda hacer. Reclamo, un poco fuerte, lo reconozco, pero estoy frustrado y, he de reconocer, no tengo tolerancia alta para la frustración. Qué hacemos, quiero saber. Señorita Banco se lava las manos. Que investigue con mi compañía telefónica. Le respondo que llevo una hora en esto, que no me ha solucionado nada… Señorita Banco, en forma por demás cortante y majadera, en mi, acepto, sesgada opinión, dice que no va continuar con la llamada y corta. Todo lo que hizo fue reintentar lo que ya había fallado. 

La Gran Tienda Mundial, que me había avisado que mi paquete estaba en camino, ahora me sale con que dijo mi mamá que siempre no. Luego, tiene la fineza de reclamarme: no proporcioné la información correcta de mi banco para validar mi método mi método de pago. Me entero por otro correo, unas horas después, que tengo el plazo perentorio de dos días para solucionar este asunto. La connotación es que todo este lío es en alguna forma resultado de un error o deficiencia mía. Obviamente discrepo. El problema está con el banco. Dudo mucho que sea falta de la Compañía Telefónica. No que sea un modelo de servicio, es igualmente Grande y Burocrática, pero me llegan más mensajes de los que quiero o necesito, incluyendo unos que me ofrecen un crédito personal, ¿de quien creen? Exacto. Del Gran Banco Multinacional. Esos mensajes sí me llegan.

El propósito de este artículo no es renegar (bueno, un poco sí). Mi intención es mostrar lo impotentes que estamos ante grandes instituciones, no importa que si son públicas o privadas. Según los fundamentalistas del mercado, éste nos salva de la opresión del Estado. ¿Qué nos salva de la opresión del mercado? No tiene caso cambiarse de institución, estas historias se cuentan de todos los bancos. Las instituciones se vuelven opresivas no porque su dueño sea privado o público, sino por el papel central que juegan, el cual termina por hacerlas gargantuescas. En el capitalismo (sí, el neoliberal, ése precisamente) quien tiene más saliva, traga más pinole, y a muchos esto se les hace justo. Pero también el pez grande se come al chico. El problema surge cuando ese pez grande se hace altanero y soberbio. En algunas ocasiones esta soberbia se castiga: están los casos de Kodak y de Blockbuster, ambos dueños del campo y la pelota en su tiempo. Pero hay otros pecezotes felices y rapaces. Es teóricamente posible vivir sin tener una relación con un banco, pero no es nada fácil. Más al punto, no es como la mayoría de nosotros quiere vivir. No es el pacto que nos ofrece el sistema capitalista, descendiente de la ética protestante: trabaja duro y tendrás tu recompensa. Pero ahora resulta que solo en mis términos, nos dice el Sistema. Ese dinero guardado es mío solo cuando lo consiente el banco. O sea, no es tan mío. Otra vez Jardiel cuando se dio cuenta de esa circunstancia. Dijo: bromas de ésas, no. Retiró su dinero y mejor se lo jugó en Montecarlo. Cada quien.

Los socialistas consideran que el estado es la solución a estos males. Quitarle poder a estas empresas malévolas e interesadas, y otorgarlo al gobierno bueno y noble. Estoy simplificando, desde luego, pero así se hace evidente lo absurdo de ambos fundamentalismos. Lo que buscan los fundamentalistas, del sabor que sea, es el poder. No confíes en su benevolencia. 

¿Cómo termina la historia del Código? El problema surgió un sábado. Pues el lunes siguiente, decido hacer otro intento. Mágicamente aparece el código y Gran Tienda, ahora sí muy gentil, me informa que el paquete está en camino. Sí cumplen, me consta. 

Pero mi queja del Gran Banco Multinacional se mantiene. El sistema lo hacen ellos. Es una exigencia razonable que tengan soluciones a los problemas que ese sistema genera. 

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2 Comments

Ma del Pilar Alvarez agosto 18, 2021 at 11:30 am - Reply

Tan cierto como bien explicado.
Qué hacer? Yo intento interactuar lo menos posible de manera digital con los bancos(que no siempre es posible)

    Federico Elenes septiembre 13, 2021 at 5:49 pm - Reply

    claro, pero muchas veces no te dejan opción.

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