
La comentarista política Viridiana Ríos, que tiende a irritar a muchas personas, entre las cuales me incluyo, notó que tal es la habilidad política de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), que logró convencer a los partidos de oposición que perder 2-1 en vez de perder 3-2 es una victoria. No coincido del todo: no es lo mismo perder por un marcador estrecho que por uno abultado, tanto desde el punto de vista de tabla de posiciones como del anímico. Dejando a un lado la metáfora deportiva, es un buen resultado que MORENA no tenga ya mayoría calificada en la Cámara de Diputados. No descarto que tengan un as bajo la manga; por lo pronto surge el rumor de un acuerdo con el PRI, que no ha de ser demasiado difícil, total, son más o menos lo mismo, pero, comoquiera, negociar no es imponer. Negociar implica necesariamente ceder algo.
Estoy convencido de que AMLO representa un peligro para México. Lo es por su visceralidad, su autoritarianismo y su gusto por la polarización como estrategia política. De ahí se derivan sus malas decisiones y el manejo desafortunado del gobierno. Los números de la pandemia hablan por sí mismos. Las maromas posteriores no borran el hecho -registrado- de que él y su acólito López Gatell desestimaron la pandemia en un inicio. No es necesario ahondar en hechos ya muy conocidos.
Está de moda desestimar las encuestas, pero la única que realmente vale, el voto mismo, favoreció ligeramente la coalición MORENA-PVEM-PT, con 20.9 millones de votos, versus 19.4 millones de la coalición PAN-PRI-PRD. Más impresionante es la gran cantidad de gobernaturas que ganó MORENA. Se llevó Baja California, Baja California Sur, Colima, Guerrero, Nayarit, Sinaloa, Sonora, Tlaxcala y Zacatecas, junto con la posibilidad de Michoacán y Campeche. A fin de cuentas, al contrario de lo que sugiere Viri, ni uno ni otro obtuvo una victoria contundente. Podríamos hablar de empate técnico.
La pregunta que surge ahora es, por qué, a pesar de una gestión que se puede calificar de desastrosa, una parte sustancial del pueblo mexicano, el 60% aproximadamente, sigue dándole su aprobación a AMLO. Me queda claro que no es una cuestión que dependa de hechos. Los humanos, todos, no nada más los que no piensan como nosotros, somos criaturas emocionales, y es en base a emociones que tomamos decisiones. Y somos muy sesgados: mi decisión es lógica; la tuya, emotiva e irracional. El éxito de AMLO no depende meramente de dádivas y compras de votos, que indudablemente existe. Si se piensa eso, no va haber éxito en ponerle freno.
Lo primero que hay que entender de AMLO es lo efectivo de su comunicación. De ahí que insista en sus mañaneras. Le da un lugar y un valor a un sector de la población que se sentía relegado y marginado. Dudo que su desaliño, tan criticado, sea descuido. Es un mensaje deliberado que manda a sus fans. Soy de ustedes, no soy un fifí. Es el espantar al burgués de mediados del siglo 20, trasladado al contexto de este siglo. Los grupos que ataca son los que la mayoría percibe como arrogantes, desconectados, y desde luego, corruptos.
Es en este contexto que hay que entender el reciente ataque de AMLO a la clase media. Aquí mostró su visceralidad, porque si más del 50% de la población del país se considera clase media (aunque no lo sea) y ciertamente son “aspiracionistas”, pues no es muy buena táctica ofenderlos. Al margen de esto, lo que AMLO está diciendo es: está bien ser pobre, tú no tienes la culpa de eso. No te preocupes, yo te voy a cuidar. Aquí tenemos la intersección de dos toxicidades. Por un lado, la meritocracia, que suena perfectamente razonable, pero que permite a una sociedad encogerse de hombros y decir a sus elementos relegados: “es que no te has esforzado. No has sido lo bastante ‘aspiracionista’. Eso, a gente que sabe que ni el campo de juego, ni las reglas, son parejos. Pero, por el otro lado, se abre la puerta al control total de las vidas individuales por parte del Estado, al riesgo de que surja otra vez el totalitarianismo contra el cuál se luchó a todo lo largo del siglo 20. México, no obstante sus dictaduras personales y de partido, se salvó de esta amenaza.
El descontento es una característica de nuestra época -el capitalismo funciona generando descontento- pero es particularmente agudo en México. No es necesario ahondar en las causas de ese descontento. Pero, al aprovecharlo, AMLO polariza. Esa polarización no inquieta a sus seguidores; es todo lo contrario, porque a sus ojos ya está del lado de los buenos. Cualquier crítica al presidente, por el puro hecho, se convierte en prueba fehaciente de la maldad del crítico. La polarización luego no es un problema político, sino un paso necesario para la regeneración y saneamiento del país. Así, se cree que tanto el ser humano como el movimiento político son infalibles. Objetivamente visto, no existe humano que no cometa errores, pero en este caso no existe tal objetividad. AMLO sí es el “mesías tropical”. Es un asunto, repito, emocional. De ahí que su costumbre de descalificar cualquier crítica anime y motive a sus seguidores. No lo consideran, como lo hacemos los que no creemos en él, que es una incapacidad de asumir responsabilidad. De ahí también la estrategia persistente de acusar a pasados gobiernos. Fallaron lamentablemente, eso no se puede contradecir. La posibilidad de una dictadura no inquieta a los amloístas, todo lo contrario.
En la oposición a AMLO, y sobre todo en la crítica a veces cruel y despiadada a sus seguidores, hay una fuerte dosis de clasismo y racismo. En esto, veo con desconcierto, me encuentro en la incómoda circunstancia de coincidir con el presidente. En México, clasismo y racismo están entrelazados en una trenza sinuosa y barroca, donde ambos elementos se refuerzan y ocultan a la par. Advierto: si la clase alta y la clase media urbana no acepta y confronta esta realidad, AMLO va seguir haciendo de las suyas.
Es preciso, pues, ofrecer una alternativa genuina a la mayoría. Menear la cabeza, quejarse de la ignorancia del pueblo mexicano, no sirve de nada. Tampoco basta estar en contra de AMLO. Ya me dijiste el no; ¿cuál es el sí?
PRIAN tuvo propuestas buenas. El Seguro Popular, por ejemplo, fue una iniciativa valiosa. También, en mi juicio, las reformas de Peña Nieto. Estas se diluyeron, desafortunadamente, por su falta de liderazgo (nunca daba la cara en momentos de crisis) y su corrupción. AMLO desechó todos estos avances, no en términos de efectividad, sino por el hecho de que venían de un sistema que está empeñado en deshacer, justificándose en discursos ideológicos. Es menester que la oposición escuche. ¿Qué es lo que la mayoría quiere, qué es lo que necesita? Implica, para muchos, tragarse los sapos de la “corrección política”. Solo así se pueden generar propuestas concretas.
La democracia mexicana está a prueba. Le toca a la oposición estar a la altura de las circunstancias.
NOTAS.
El Tweet de Viridiana Ríos en https://twitter.com/viri_rios/status/1402348978658705409?s=21
Datos de la elección tomadas de la columna de Sergio Sarmiento, Los conservadores en EL NORTE 14 de Jun.https://elnorte.com/o7TMpn
2 Comments
Muy bueno tu análisis y concuerdo con la mayoría de lo que dices, solo difiero en que yo no veo en AMLO un peligro para México más allá de lo peligrosos que han sido todos, el problema con éste es que le gusta hacer gala de lo que piensa y hasta de lo que NO piensa. Los otros han sido muy diplomáticos pero han hecho lo que han querido.
Es un tema que da para mucho!!
Sí creo que negociará y lo único que va a suceder es que tendrá que entregar dádivas y seguiremos en las mismas y también creo que lo del aspecto desaliñado es hecho a propósito para camuflajearse con el pueblo «bueno y sabio» porque sus trajes se ven caros pero con que le queden un poco grandes ya dan otro aspecto.
En fin, pienso que es un tipo muy listo del estilo de Salinas de Gortari y que hasta las tonterías que hace y dice son plan con maña.
Felicidades Federico!
Gracias por tu comentario. Desde luego, es para debatirse, esa precisamente es la intención.