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12 Jun 2020

Lady Pizza

Post by Federico Elenes

Desde que leí el libro del periodista inglés Jon Ronson, So You’ve Been Publicly Shamed, que se tradujo al español con el título Humillación en las redes, son muy cauto al compartir videos que pueden resultar vergonzosos o humillantes para quien aparece ahí. Ronson relata como a distintas personas se les ha volteado la vida de cabeza, han perdido trabajos, sus carreras se han arruinado, por cosas que se han hecho virales. En un caso fue un twitter mal pensado que levantó  toda la furia de la condena twittera, porque a la desafortunada autora se le consideró racista. “Nada más fue un mal chiste.”  dijo el autor. La persona en cuestión perdió su trabajo y su carrera quedó en punto muerto. No la conocemos realmente, pero he de suponer que por lo demás ha de ser un ser humano como cualquiera de nosotros. Ha habido otros casos similares que no hace falta detallar. Por eso tengo como regla no compartir ni comentar material donde alguien pudiera quedar humillado. Pero como toda regla tiene sus excepciones, sobre todo cuando te las inventas tú, voy a comentar el sonado (quizás deberíamos decir hashtagueado) caso de Lady Pizza.

Desde luego no conozco su nombre, donde vive, ni a qué se dedica. Parece tener unos treinta a cuarenta años (espero que no se aparezca a reclamarme) y, por su vestimenta, ser de clase media. Tan pronto vi el video (ahí ya rompí una regla, porque tiendo a brincármelos) supe (1) que el video se iba hacer viral, (2) la protagonista se iba ganar el mote de Lady Pizza.

Quizás lo habrán visto, gentiles seguidores. El video probablemente lo tomó algún cliente del lugar, que esperaba, supongo pacientemente, a que le entregaran su pedido. Inicia con la mujer discutiendo con un señor de traje negro que vemos de espaldas. Se oye decir a la mujer “¿Qué no me va vender?” La respuesta del guardia no es inteligible, cuando menos no para mí. Se nota que hay una fila de personas esperando entrar. Lady Pizza ignora al guardia y entra con tremendos trancos, arrojando rayos y centellas. Me intriga que lleve en sus manos unos lentes y un cubrebocas. Parece que el meollo del asunto no es que haya omitido procurarse uno, sino la solicitud, por lo que se ve, comedida y moderada, de que se lo ponga. Sin embargo, no queda claro que fue, exactamente, lo que encendió a la dama. Exige, imperiosa: “¿Quién me va responder, culeros?” a los empleados del mostrador. Es lo menos de un lenguaje que aprovecha al máximo la riqueza mexicana en improperios. Además, es pregunta retórica, porque Lady Pizza no se espera a una respuesta. Comienza a arrojar objetos a los empleados, y luego da tremenda patada, lo que ocasiona que pierda su zapato. Opinó una twittera: “Podré perder mi dignidad, pero jamás mi zapato”. Un empleado de mostrador se aproxima a la furibunda, pero su compañero lo detiene y ambos se retiran. Fueron prudentes. Su salario no justifica enfrentar a tales energúmenos. No obstante, siguen visibles a Lady, a quienes advierte: “Ya te vi…” Está presente otro individuo también de negro, con saco y corbata; me quedo con la impresión que parte de sus funciones es controlar estas alteraciones del orden. Lady Pizza, no teniendo más en quien descargar su furia, le dice, invadiendo su espacio personal y cara a cara: “Vete a la…” Desafortunadamente, no se limita a recomendaciones metafóricas. Amaga con hablarle a su banda “para que te rafagueé…” Esto ya es delito de amenazas, Milady. Comete la agresión, menor, pero agresión al fin, de darle unos empujones al guardia. También le tumba el celular de las manos. El señor de negro soporta estoicamente todo este rabioso torbellino. La ira es alta en consumo de energía. A Lady Pizza se ve como se le va acabando la pila. Echa sus últimas maldiciones, y sale, con la cabeza muy en alto, eso sí, del lugar. 

Desconocemos por completo las circunstancias de Lady Pizza. Quizás había tenido un día difícil.  Su jefe en el trabajo la habrá reconvenido injustificadamente. Se pelearía con su novio o marido. O simplemente tiene mal carácter. También es posible, como sugirieron algunos twitteros, que hubiera consumido sustancias de uso restringido o prohibido. Se dirá, con cierta justificación, que nada de eso es problema nuestro. Si tiene problemas de carácter, pues a ver como los soluciona. (Pensándolo dos veces, al ver sus reacciones, como que la hipótesis del jefe regañón no me late mucho). Por otro lado, todos hemos perdido los cabales. Este México nuestro da muchas oportunidades para ello. Yo me enojé, hace ya unos meses, en una farmacia parte de conocida cadena, porque después de hacerme esperar una fila de como quince minutos, me salen con el chistecito de que no tenían en existencia el medicamento que buscaba. Pero no eché maldiciones ni pateé mostradores ni amenacé con llamarle a mi banda, que ni siquiera tengo. Sí sugerí que pudieran tener más personal atendiendo, a lo cual respondieron encogiéndose de hombros. Ya sé, esos empleados no deciden tales cuestiones. Llegué en un mal momento. Así pasa cuando sucede. Conseguí lo que necesitaba en una farmacia de otra conocida cadena, por si tenían ese pendiente. Ventajas de la competencia y de la libre empresa, que, me van a perdonar los de la 4T, es ser un poco neoliberal.

La ira representa más de lo que aparece en la superficie. Tiene un fondo. Lo que Lady Pizza quiere demostrarnos es que a ella nadie le dice ni le exige nada. ¿Cómo osa alguien estorbar mi sacrosanta voluntad? Ay del que se atreva. Es parte de un patrón, si bien uno que no siempre llega a tales extremos como los que vemos en este caso. Se trata de una de nuestras lacras culturales más graves: la prepotencia. Por eso con cierta frecuencia nos enteramos de un desmán causado por algún Lord o Lady. Estos motes no son obra de la casualidad; tienen su significado.  Tenemos fama de agachones, pero cuando nos contrarían, estallamos en forma desmedida. Acaso son dos caras de la misma moneda. Por otro lado, me guardo de decirle naca a Lady Pizza. Si de estratos sociales se trata, la prepotencia aumenta conforme se escalan los peldaños socioeconómicos.

Lady Pizza es una idiota. Me atrevo a decirlo porque vivo a considerable distancia de Naucalpan y no es fácil trasladarse en estos días. Pero también procedo a explicarme. No me refiero a su inteligencia. Me quedo con la impresión de que pudiera ser superior a lo normal. Me refiero al significado original de la palabra “idiota.” Proviene del griego idios, raíz que aparece también en vocablos como idiosincracia e idioma. Quiere decir uno mismo, lo propio, privado. Entre los atenienses, la participación en la comunidad era muy importante. Quien no lo hacía, quien se ocupaba exclusivamente de lo suyo y no le importaban los demás, era el idiota. Desde luego, tenía una connotación negativa. El comportamiento de Lady Pizza es idiota en este sentido porque le vale madres nada que no sea ella y lo de ella. Le vale que el guardia que le pedía el cubrebocas solo estaba cumpliendo su deber. Peor aun, le vale que al entrar gritando sin cubrebocas podría estar diseminando coronavirus. Sinceramente, espero que no lo tenga. Lady Pizza más peligrosa por eso que por malhablada y pateadora de mostradores. En cuanto a su amenaza respecto a su banda, probablemente sea bravata. Pero, tristemente, también puede ser que la cumpla.

Novedad: en México las reglas y las leyes no se cumplen. No somos exclusivos en esto; es una falla que compartimos con países culturalmente similares. No sé que tan común sean estos incidentes, en, digamos, Brasil. Dirán que no somos iguales; yo digo que la principal diferencia entre ellos y nosotros es que juegan mejor al futbol, aunque sea solo un poquitito. No concibo un incidente de estos en Alemania o Noruega. Sí me lo imagino con nuestros vecinos al norte, sobretodo si se agrega el componente racial: negros que impiden el acceso, blanca que exige el servicio a gritos. Pero es más probable que allá una hipotética “Lady” termine esposada y consignada. También puede perder su trabajo si usó epítetos raciales ofensivos.

Es curioso que México, tan exigente que es en materia de urbanidad, falle en todos los demás rubros en cuanto observar normas se refiere. Falta disciplina social, y en este tipo de cuestiones, un pequeño lapso lleva a otro más grande, y así sucesivamente. Esto puede parecerse a una falacia conocida como “la pendiente resbalosa.” Por ejemplo: “No podemos permitir mezquitas, porque al rato todos vamos a ser musulmanes”. Pero no es una falacia decir que si permitimos que alguien se salga con la suya, al rato más van a hacer lo mismo. Más que pendiente resbalosa, podemos verlo como un círculo vicioso: indisciplina-falta de sanción-más indisciplina. Las personas encargadas del orden y seguridad, cuando ven que se puede armar un pancho y no pasa nada, comienzan a sentir que la tarea que realizan es fútil, cosa desmoralizadora, y ya no la cumplen con el mismo entusiasmo. También tienen limitaciones en las acciones que pueden tomar. Tratar de someter a Lady Pizza y los demás de su calaña los puede exponer a acusaciones de diversa índole. Que no nos sorprenda que nuestras fuerzas del orden decidan mejorar sus raquíticos ingresos no cumpliendo, en vez de cumplir. Agréguese el narcotráfico a una mezcla ya de por sí explosiva. El resultado es la trágica situación que hemos vivido los últimos años. Nos hemos metido en enorme camisa de once varas, y no hallamos la salida.

Hay, desde luego, un trecho enorme entre Lady Pizza y la violencia del narco. Pero en medio se encuentra el Estado mexicano. Previamente, no se hacía valer la ley por corrupción o intimidación. Ahora, el gobierno de la Cuarta Transformación se niega a hacerlo. De plano. Claudia Sheinbaum permite a esa horda de Lords y Ladys encapuchados cometer violencia física contra comercios en la CDMX porque no quiere ser “represora.” Agrega que los daños no importan, porque los comerciantes “tienen seguro.” ¿Quiere heridos, muertos?

La Jefa de Gobierno demuestra con tamañas declaraciones que no tiene aptitud para su puesto. No entiende como funciona la economía: aunque tengan seguro, los comerciantes seguirán pagando los daños en forma de deducibles y primas elevadas. Más grave es que no entienda la razón de ser del Estado. Pequeña cátedra de teoría del Estado, Jefa: está para mantener el orden. Entonces, no solo puede, sino que tiene la obligación de usar la fuerza en determinadas circunstancias, que desde luego son casos de excepción. Tampoco puede usar cualquier grado de fuerza, solo la necesaria. Exceso de fuerza sí es abuso, y no lo niego, hemos tenido gobiernos represivos. Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre, decían nuestros abuelos: es posible para un cuerpo de policía bien entrenado usar fuerza no letal para controlar disturbios. Es probable que la Sheinbaum, lejos de ser inepta, tenga una agenda política particular. Pero en tal caso, está buscando su conveniencia, no la del país. Esto es igual o peor que ser inepta.

En todo caso, creo que todos podemos aceptar que la violencia en este país, ya sea la verbal de Lady Pizza, o la atroz del crimen organizado, ha llegado a grado tal que difícilmente nos podemos llamar civilizados. Y sigue en aumento. La Cuarta Transformación se rehúsa a realizar la tarea por la que gritó y hasta de rodillas suplicó.

Un punto final: después de tanto pancho, Lady Pizza se sale del establecimiento sin conseguir su objetivo: una simple pizza. Si quería demostrar que era muy fregona, también en eso fracasó. Pura energía desperdiciada. Es una metáfora de México: demasiada pólvora gastada en infiernitos, mientras esperamos pasivos a que pase la tormenta.

1 Comments

Tomasz Michałowski diciembre 26, 2021 at 7:26 am - Reply

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