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Cambios
21 Sep 2019

Cambios

Post by Federico Elenes

De vez en cuando me llegan, en alguno de los múltiples grupos de chat en que estoy anotado, o en el feis, algún meme o video rememorando tiempos pasados. Que andar en la bici, que jugar al yo-yo, el balero (a ése nunca le encontré el modo), las canicas o el trompo. Recuerdo: con trozos de cal obtenidos en construcciones trazábamos pistas en banquetas y rampas de cocheras; nuestros bólidos eran cochecitos baratos de plástico que se conseguían en la tiendita de la esquina, dabas tres golpecitos y si te salías de la pista, te regresabas al principio. De hecho, no se necesitaba tanta tecnología, básica, pero tecnología al fin, para jugar. Dos palos pequeños bastaban para jugar a la pericocha. Para jugar futbol en la calle bastaba un objeto más o menos redondo y no demasiado duro, y dos botes o piedras para señalar las porterías. Las niñas saltaban la cuerda o jugaban la matatena. Como eran juegos de niñas, jamás de los jamases nos pescarían en uno de tales entretenimientos. La burla no se acabaría ni al siguiente año escolar.

No es mi intención, sin embargo, analizar cuestiones de género, ni de jugar a la nostalgia, por la que (ya habrán notado) tengo cierta debilidad. Porque estos videos y memes y demás por el estilo no se limitan a la nostalgia. A sus anónimos autores les da por el orgullo: “Yo viví esto tan padre.” Pues que bueno. Luego viene un (metafórico) suspiro: “Pobrecitos estos Milenials, de lo que se perdieron por estar metidos en sus tablets. Tengo la fuerte sospecha que cuando los Milenials tengan mi grado de veteranía van a suspirar igual y decir: “¡Mira! ¡Un Ipad! ¡Y Pro! ¡Ah, esos eran los buenos tiempos! Estos pobres (Post Milenials, Generación XYZ, lo que vaya ser) no saben lo que era bueno.” Igual que los Milenials ahora, seguramente levantarán la vista y lanzarán, no un suspiro, sino un resoplido y seguirán con lo que el futuro les haya deparado.

Esto no es nada en el campo de la autocomplacencia. Está el que muestra una chancla y anuncia: “Ésta fue mi psicólogo.” Como el número de chisqueados entre nosotros los llamados Baby boomers (término más aplicable a Estados Unidos, pero nos encanta importar indiscriminadamente) es más bien alto, la chancla, en tanto medida sicoterapéutica, deja mucho que desear. Aún hay más, frase de moda en aquel entonces. El premio “Meme Mamón en lo que va del siglo” es para uno donde un (afortunadamente) desconocido se ufana de ser de la generación de los Buenos Días y del Por favor y de dar las Gracias. Ojo: no me opongo a la cortesía, de ninguna manera. Será un Boomer, quizás, acaso de la generación de mis padres, que en el gabacho los llaman la Generación más grande, porque pelearon y ganaron la Segunda Guerra. Dudo que sea la generación de mis abuelos, que nacieron con el siglo 20, porque ya no alcanzaron los memes; eso sí, eran muy dados a hacer afirmaciones como la anterior.  Nuestropelo largo, la moda jipi y las minifaldas eran, para ellos, señal de que faltaba poco para el apocalipsis. “Esto es el acabose,» dice el atildado señor en la tira cómica de Quino al ver un ejemplar particularmente estrafalario. Le responde Mafalda: “No exagere, es solo el continuose de ustedes”.

Dentro de la rebeldía que es parte de ser puberto está el rechazo a las formas del mundo adulto, y las que están más a la mano son las de cortesía. Son normas que violan fácilmente y con gusto, porque se sancionan con el rechazo, y eso es precisamente lo que están tratando de provocar el joven. Entre más grande el estallido, mejor. Mientras que tenga la aceptación de su grupo de pares, el puberto se siente feliz. De ahí el estereotipo del mocoso maleducado. Es una etapa que ha de superarse, si Dios es grande y los astros se alinean. La chancla no tiene papel en esta maduración. Cuando no, tienes al Majadero Mayor, el cual desafortunadamente existe en mayor cantidad que lo deseable. Son los prepotentes con subordinados y empleados, los imprudentes al manejar, aquellos que gustan de brincarse filas. Y no son los Milenials. En general, mi experiencia con estos en cuanto a cortesía es positiva. Así pues, vemos que la chancla como táctica disciplinaria también tiene cierto número de fallas.

El pertenecer a cierta generación, como a cierto país, a cierta raza o clase social, es resultado del azar, de la casualidad, del karma o de la voluntad divina –escoge el que más te guste−y tú no tuviste nada que ver. No te hace ni mejor ni peor. Lo que determina tu calidad como ser humano, son tus actos, ¿sabes cómo? De esas cosas que deberían ser obvias, pero no lo son, porque nos conviene ignorarlas.

La condescendencia de los viejos por los jóvenes es tan antigua como la humanidad misma. Nos exasperamos un poco por su imprudencia, su certeza de sabérselas todas, el sentirse con derechos, pero aceptemos: su vigor, sus figuras conservadas y sus carnes firmes, sus sueños aun vivos, su abanico de posibilidades, en fin, su misma juventud nos produce más que un dejo de envidia. Envidia que estamos muy renuentes a reconocer.

En esta envidia hay un lamento por lo que no logramos, por lo que pudimos ser y no fuimos. Pero sobre todo hay una resistencia al cambio. El cambio puede ser fastidioso, inquietante, anula tus certezas. La ley de probabilidades obra en contra: es más probable un cambio desfavorable que uno positivo. Así me acontece. Resulta que el mundo de hoy no me gusta para nada. Añoro aquellos tiempos míos, cuando el mantra era amor y paz e ingenuamente creíamos que con acabar la guerra de Vietnam se acabarían todas las guerras, que con la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría la humanidad iría hacia delante y no retrocedería, como me parece que está haciendo ahora. Pudiera decirse que la posibilidad de una guerra nuclear es mucho más aterradora que el calentamiento global, pero aquella siempre se sintió improbable (otra ingenuidad: nunca debe subestimarse la pendejez humana), mientras el calentamiento es un hecho. Las recientes tendencias políticas autoritarias y el desprecio por instituciones democráticas preocupan, por decir lo menos. Hasta la música ha perdido su encanto: se ha vuelto monótona y poco imaginativa.

Dijo el escritor inglés Martin Amis que es inútil deplorar el presente. De eso ya hace algún tiempo. Luego cambió un poco de parecer y dijo, según Wikiquote: “Tan pronto crucé la línea [de los sesenta años de edad] me dije: esto no puede acabar bien.” Pues no, Martin. Tu vida y la mía y la de todosno termina más que de una manera. Eso siempre fue la realidad. No se hizo cierto cuando cumpliste los sesenta. La resistencia al cambio no es más que temor. Queremos seguridad, desde luego. Pero pensar que la ausencia de cambio nos la va dar es una ilusión. Dice Alan Watts, también inglés, pero más sabio que Amis: “Si quiero estar seguro, esto es, protegido del flujo de la vida, es que quiero estar separado de la vida. Pero este mismo sentido de separación es lo que hace que me sienta inseguro. Estar seguro significa aislar y fortalecer el ‘Yo’, pero es precisamente el sentimiento de ser un ‘Yo’ aislado lo que hace que me sienta solitario y temeroso. Dicho de otra manera, entre más seguridad consigo, más deseo. Más claro aun: el deseo de seguridad y el sentimiento de inseguridad son la misma cosa. Sostener tu aliento es perder tu aliento. Una sociedad basada en la búsqueda de la seguridad no es más que un concurso para aguantar la respiración donde todo mundo está tan restirado como un tambor y tan morado como un betabel.” Estas palabras se escribieron en 1951. Nos describe, próximos a la tercera década del siglo 21, a la perfección.

Hay cosas que podemos hacer aparte de lamentarnos. Respecto a la mala música, tenemos el sencillo recurso de no oírla. En cuanto a política, siempre hay algo que se pueda hacer, grande o chico. Aceptación no es resignación pasiva.

La vida es un flujo, lo cual implica necesariamente cambio. Vivir es cambiar y lamentarse del cambio es lamentarse de vivir. Siente tu respiración, ve, escucha, saborea, olfatea, toca. Eso es vivir. Tu vida es bella en y de por sí. Vida es cambio; no cambiar es estar muertos.

NOTA: La cita de Watts es de su libro “Wisdom of Insecurity: an antidote for the Age of Anxiety.” Watts fue de los primeros en popularizar en Occidente los conceptos de vivir con presencia y Mindfulness, cuya mejor traducción, a mi parecer, es atención plena. Las citas las tomé del muy recomendable sitio Brainpickings. Esta es la liga: https://www.brainpickings.org/2014/01/06/alan-watts-wisdom-of-insecurity-1/ 

Hay cambios positivos, como no. La traducción es mía.

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